El Partido Acción Nacional (PAN) ha dado un golpe sobre la mesa que ha sacudido el escenario político veracruzano. Con la expulsión de Miguel Ángel Yunes Márquez y su padre, Miguel Ángel Yunes Linares, el partido azul parece querer limpiar su imagen y reafirmar sus valores. Como observador de la política local, no puedo evitar pensar en lo irónico que resulta este desenlace para una familia que, durante años, fue sinónimo de poder dentro del panismo en Veracruz.
La historia de los Yunes en el PAN es digna de una novela política. Desde que Miguel Ángel Yunes Linares dejó el PRI en 2004, tras no ser elegido como candidato a gobernador, su ascenso en las filas panistas fue meteórico. Pasó de ser un recién llegado a convertirse en el líder indiscutible del partido en el estado, llegando incluso a ocupar la gubernatura en 2016. Es fascinante cómo la política puede elevar y derribar a sus protagonistas con tanta rapidez.
Lo que más me llama la atención es cómo la ambición política puede llevar a decisiones que terminan siendo el principio del fin. El voto de los Yunes a favor de la reforma al Poder Judicial, alineándose con Morena, fue la gota que colmó el vaso para el PAN. Es un claro ejemplo de cómo las alianzas y los cálculos políticos pueden volverse en contra de quienes los hacen, especialmente cuando se perciben como una traición a los principios del partido.
Este episodio me hace reflexionar sobre la naturaleza cambiante de la política y cómo los partidos buscan reinventarse y mantener su integridad en tiempos turbulentos. La decisión del PAN de expulsar a los Yunes, justificada como una medida para "mantener la integridad y los valores" del partido, plantea preguntas interesantes sobre el futuro del panismo en Veracruz y cómo se reconfigurará el mapa político local. Sin duda, estaremos atentos a los próximos capítulos de esta saga política que parece estar lejos de terminar.